Pon una Foto en la Calle

PFC (Pon una Foto en la Calle) nació como un evento público anual que celebró su primera edición en mayo de 2009, bajo la premisa enmarcada en el Manifiesto Homo Ars.

Dicho manifiesto pretendía enfatizar la idea de que la realidad imperante es excesivamente diversa y compleja como para delegarla exclusivamente en manos ajenas. El concepto de sociedad, entendida como un todo unitario, es práctico en términos generales a determinada escala, como hemos visto, pero demasiado injusto en ocasiones, ya que se desentiende de un contexto en el que no todos somos iguales. Vivimos en un mismo mundo, pero las circunstancias de la vida, nuestra personalidad, entorno social, expectativas, alcance real a necesidades vitales básicas y superfluas, ideales,…, son heterogéneas, por lo que resulta imposible ser justos utilizando criterios uniformes para el conjunto de personas que puedan integrar la o las sociedades. De ahí la negación respecto a la presunción de que el “marco descriptivo es la realidad que afecta de manera conjunta y equitativa a la sociedad como un todo”, que “la situación socio-económica de cada uno de nosotros viene determinada por este mismo marco” y que “la única solución posible es la actuación unilateral de estos círculos de poder”. Esta última afirmación es uno de los elementos fundamentales del manifiesto, ya que no solamente es utilizada por los mismos círculos, sino que nos sirve también a los demás para delegar nuestra responsabilidad, sin ningún tipo de remordimiento.

Y es aquí donde, entendiendo que el arte es un lenguaje independiente del verbal, útil para el desarrollo intelectual y para establecer unos canales de comunicación, para con los demás y nosotros mismos, se defendía una idea de arte libre y accesible a cualquier individuo, como instrumento positivo para el mismo y/o para la sociedad en términos cualitativos y no económicos. Dando fin al manifiesto con la idea fundamental de que “el arte es para las personas”.

Con este planteamiento, lo defendido no podía quedarse en la simplista manifestación de ideas recogidas en un escueto texto, por lo que se decidió implementar un proyecto que diera cabida práctica a la declaración de buenas intenciones. Es así como nació PFC. Con la misma premisa defendida en este ensayo, de que la excesiva institucionalización del arte actúa de forma negativa en lo relativo al acceso real del mismo para un gran número de personas, se concretizó un evento ideado para que cualquiera pudiera participar de forma libre. Las únicas normas, orientativas más que discriminatorias, que se plantearon en su día y que continúan en vigor a día de hoy son:

  1. La idea es la de insertar una fotografía (cuya autoría corresponde a la misma persona expositora).
  2. Que dicha fotografía se coloque en la vía pública, pero de forma respetuosa con el mobiliario urbano y con el medio ambiente.
  3. La fecha escogida es el 18 de mayo.

Puede criticarse la idea como excesivamente simple, pero es en esta simplicidad donde radica su éxito. La elección de que sea una fotografía lo expuesto puede parecer algo aleatorio. No lo es. Hace bien poco la fotografía era una práctica más o menos minoritaria. La aplicación de la tecnología digital y abaratamiento de las herramientas que permiten hacer fotografías, han extendido de forma masiva su uso y difusión gracias también a los mecanismos que facilita internet. Quería aprovechar todo eso. Lo que pretendía era crear un evento cultural-artístico (no me importa en este momento demasiado la etimología) al cual tuviera acceso cualquier persona. Las normas presuponen que el participante ha de haber realizado una fotografía, plasmarla en algún tipo de formato que permita su colocación en la vía pública, pensado cómo hacerlo y concretizarlo. El hecho de que todo ello precise que uno mismo sea el ideólogo de su obra (en este caso fotográfica) y desarrolle el proceso completo hasta su exposición pública, rompe con varios de los aspectos negativos anteriormente descritos en este libro:

  1. En primer lugar otorga el protagonismo a la propia persona, crítica consigo misma.
  2. Se prescinde de los cubículos que encierran al arte, exponiendo la obra a otras personas, críticas también con aquello que ven, generando una comunicación que elimina los prejuicios que diferencian al autor, al que se le supone comúnmente el intelectual comunicador, del resto de individuos (relegados muchas veces a meros espectadores).
  3. Se elimina la comercialización y juicios que se generan en torno a ella, así como la figura del agente y la casa de subastas.
  4. Se utiliza el espacio público entendido como ese lugar de cercanía y comunión social de todos y de cada uno de los individuos.
  5. A la vez que se reflexiona sobre el propio espacio público.

 

PFC nació con la vocación de eliminar esas barreras impositivas que desvinculan al arte de la sociedad, criticando la institucionalización del mismo. Y es por ello que la fecha escogida tampoco es casual. Entendí que debía ser cuidadosamente escogida simbolizando esa crítica. Desde 1977, y coordinado por el ICOM (Consejo Internacional de Museos), se celebra el día internacional del museo cada 18 de mayo. Elegí esa misma. El hacer coincidir las celebraciones propone la comparación de ambos puntos de vista en cuanto a la idea de lo que es o debe ser artePFC es celebración y crítica, pretendiendo: 1) denunciar el aislamiento al que se somete la obra de arte en general, dentro de habitáculos institucionalizados que, en la práctica, generan una distancia física y mental entre el arte y las personas, a la vez que relegan a estos elementos a la categoría decorativa; 2) paliar la situación anterior, acercando el arte a la sociedad (concepto inverso al tradicionalmente utilizado), a la vez que reducir aquellas trabas que la institucionalización artística somete a todo creador (llámese artista o no) para exponer su obra, posibilitando la exposición individual o colectiva en este acto; 3) abrir un debate sobre el concepto artístico, además de indagar en la necesidades e interrelaciones existentes entre arte y sociedad; 4) democratizar la privatización de lo artístico a través de la utilización de la fotografía en sus diferentes facetas: creativa, informativa y social; y 5) utilizar y visualizar el espacio público como aquel lugar de construcción y convivencia colectiva plural.

Todo ello se está llevando a cabo a través de la labor divulgativa desinteresada de diferentes personas de todo el mundo, que están facilitando la expansión de una información potencialmente interesante para muchos. Por otra parte, y en lo relativo al alcance real del proyecto planteado por PFC, es imposible conocerlo con certeza, debido a que las personas que participan pueden hacerlo a través de los medios oficiales, más o menos organizados, pero también de forma individual, dónde y como consideren oportuno dentro de su lógica de satisfacción personal. Algo que no estimo negativo, sino más bien un logro. Lo importante no es la cuantificación estadística, sino la posibilidad de que cualquier persona se plantee alternativas positivas para él mismo y/o para su comunidad. Y es esta simplicidad y ausencia de estrictas normas, en la que se basa el proyecto, la que permite no únicamente una libertad expositiva en los términos indicados, sino también la posibilidad de reinterpretarlo por entero. Puede modificarse la fecha escogida, la periodicidad del evento, el hecho de que deba ser una fotografía lo expuesto,… Por supuesto, a partir de aquí no se llamará PFC, pero la iniciativa expuesta servirá para el planteamiento de otras alternativas (como la del Club de los libros perdidos) que irán sumando tanto en la dirección de la democratización de las actividades artísticas, como en las bases de establecimiento de un pensamiento crítico con respecto a todo lo que nos rodea.


Puedes acceder a las páginas oficiales del Proyecto PFC o al libro “La alienación del arte”, del que se ha extraído el texto arriba referenciado: